30. 30 de Octubre, 2022: “Decido ir al concierto. S va a tocar la batería. Jimena está allí cuando llego. La música tiene un efecto relajante. Acabamos en Café Stationen tomando una caña antes de espectáculo Sami. S se acerca a comer algo. Lo cierto es que me lo comería yo a él. Pienso en G. G me gusta. No descuido el teléfono intentando no descuidarlo a el. A veces pienso que doy demasiado. Otra cerveza después del show. Me gusta tener a Ginza en casa. Mama. Papa. Ginza”. Menos cuatro grados. Hago fuego en cuanto me levanto. Los donuts con decoración de Halloween se amontonan bajo el plástico. Abro las ofertas de trabajo, otra vez. La ropa de G empieza a instalarse en casa. Miro fijamente las nubes al llegar a su edificio. La luz azul fluorescente que atraviesa una de las ventanas. Pienso en que yo también echaré de menos la libertad de estas paredes.
31. La libertad de la indiferencia. El volumen de la música. De mi voz. El humo que duerme sobre mí. Sobre nosotros. El vodka. La ausencia de reglas. Las risas. La ausencia de ropa. 31 de Octubre, 2022: “Me levanto de mal humor. Frustrada. Voy demasiado tarde al gimnasio y me marcho demasiado pronto. En cuanto veo el buenos días de G. No puedo repetir lo de la última vez. Hay dos mesas en el restaurante. Tengo ganas de que se vayan. Tengo ganas de irme”. Un sol débil se cuela por los grandes ventanales de la tienda. La calle está vacía. Creo que mis pobres aptitudes culinarias se atrofian con la edad. Una cantidad excesiva de sal en la comida que me arruga la lengua tras varias cucharadas. 2021: “Ha pasado ya más de un año desde la última vez que estuve en Flesland. El aeropuerto está casi vacío. Nada ha cambiado pero todo es diferente”.
1. S entra en la tienda mientras G y yo limpiamos y hablamos con Andrea. Cada vez es menos raro. El espacio ahora es denso. Una extraña naturalidad que a veces no sé si es fingida o real. Dos chupitos de vodka sobre la mesa como bienvenida. La primera noche ya ha llegado. Todo llega. Absolutamente todo. Es un humo que se instala de forma silenciosa. Que se mete por rincones que no se sabían posibles. No lo ves. Pero se siente. Lo adoptamos de manera inconsciente. Hay veces que nos parece hasta normal. Y se enquista. Y crece. Todo el mundo ha escuchado la palabra estrés alguna vez en su vida, pero si preguntamos a nuestro alrededor, probablemente no muchos sepan definirlo correctamente. No sé si lo ignoramos por desconocimiento o por no querer conocer. Quizá simplemente, no nos parezca una amenaza real.
2. Y a veces me resulta frustrante ser consciente de ello. Y seguir cediéndole la oportunidad de atacarme. Es una cuestión de enfoque. Todo está mal enfocado. 2 de Noviembre, 2022: “Veo la clase online de Bea sobre depresión mientras pienso en como ser más productiva. Pero paso el resto de la mañana luchando contra el grano de mi mejilla. Limón. Pasta de dientes. Hielo. Manzanilla. Acabo con la mejilla colorada y el grano riéndose en mi cara. Nunca mejor dicho. Cojo a Ramses y voy a la farmacia. Compro un limpiador y una crema especiales con la esperanza de que desaparezca en cuatro horas”. Por supuesto, no lo hace. Single leg press. Leg press. Leg extensions. Hip abduction. Bulgarians. Acabo la rutina en la cinta. 2021: “No sé cuántas veces he visualizado este día. Debería decir que vuelvo a casa…”.
3. Ya estoy despierta cuando suena la alarma. G duerme a mi lado. Segunda noche. Me obligo a no tener miedo. Ya hemos hecho esto antes, me digo. Espero que mi memoria procedimental me eche un cable. 3 de Noviembre, 2022: “Hablo poco con Miguel. Algunos audios de vez en cuando. Hoy me ha hecho reír bastante. No estoy estudiando a penas. Kaja me trae Mc Donalds vegetariano al trabajo. Tengo que meter el turbo”. Acompaño a G al cumpleaños de su amigo. La mesa está cubierta de comida poco apetecible y vasos de papel. Son todos polacos. Menos G y yo. La botella de vodka se vacía rápidamente. Insisto en que no puedo beber. Conduzco. Pero el vodka acaba dentro de mi vaso de Coca Cola. Se me da bien fingir durante un rato. Sonreír. Asentir. Inclinar levemente el torso. Doy un trago al vaso.
4. Camino por las calles casi vacías de Voss. Hemos llegado antes de tiempo. G va a jugar un campeonato de fútbol y me apetecía verle. Los árboles están vestidos de tonos naranjas y hace frío. Me dirijo a la gasolinera para matar el tiempo y desayunar. Pido un café demasiado grande que se enfría demasiado pronto y un bollo de canela. Hablo con el chico de Eritrea. Mejor dicho, el chico de Eritrea habla conmigo. La conversación en noruego es sencilla pero nos comunicamos bien. 2021: “He dejado de contar. Y hace unos meses todo ese hogar se evaporó. Es extraño como ese sentimiento de pertenencia muta. Va cambiando, hasta que desaparece. No tengo hogar pero no me siento mal por ello. Esta fue mi decisión”. Al llegar a casa hacemos pizza. Hace tiempo que no la hacía así y los recuerdos se apilan junto a los ingredientes.
5. Paso las horas delante del iPad en busca de respuestas. Todas las flores son bonitas. Pero hay unas flores más bonitas que otras. Que captan nuestra atención. Y nos acercamos a oler, con los ojos cerrados. E inspiramos lentamente. Tan bonitas que un fugaz impulso llega antes que nuestra consciencia para dejarnos con la imagen de una flor rota en nuestras manos. Y te arrepientes. Y quizá pides perdón. Pero la flor ya ha muerto. Y en poco tiempo dejará de oler. Ahora solo te queda el recuerdo de un olor. 2021: “Miro el teléfono para ver si me ha escrito. Aún nada. Alguien tose a unos metros de mí. No me gusta cuando pierdo el control. No me gusta cuando no sé qué va a pasar. Pago siete euros por un café asqueroso y dos bollos. No puedo permitirme pensar en nosotros. En la pena que a menudo golpea mis costillas”. Otro Domingo llega a su fin.